El tiempo en el que ocurre esta muestra marca la emergencia de una escritura posible. Una escri-tura caótica y urgente pero comprometida, ya sea que lo logre o no, a dar cuenta de aquello que Manuel Quaranta y Wladimir Ojeda intentan seña-lar desde sus producciones: la crisis de nuestro tiempo en común y la propia crisis.
Artista: Manuel Quaranta y Wladimir Ojeda
A VECES HACER ALGO NO LLEVA A NADA
“Trabajaremos
las veinticuatro horas del día y de la noche también”. Herminio Iglesias
La crisis siempre es estructural. No importa
su tipología ni la promesa de reversión —o finalización— que ésta suponga.
Incluso este texto se sostiene —si es que lo hace— desde cierta crisis
originada por los cambios vertiginosos que se sucedieron en nuestro país en los
últimos dos meses. Cuando comenzamos a trabajar en esta exposición con Wladimir
y Manuel, había pensado en abordar una escritura que retomara viejas
discusiones entre arte y política.
Algo de eso permanece en esta hoja, por supuesto, pero casi sin darme cuenta
comencé a deconstruir un texto que aún no tenía forma de uno. Solo tenía como
parámetro que esta forma debía dar cuenta de lo que esta exposición intenta
señalar: un tiempo de crisis que nos está
ocurriendo. Por ello, no pude —ni puedo— elaborar un texto que se reconozca
en ese “punto final” que hay que
tipear para finalizarlo, ni tampoco en un “principio”
determinado.
Entonces, al igual que Clarice Lispector me pregunto, ¿cómo
comenzar por el comienzo si las cosas ocurren antes de ocurrir? Supongo que
intentaré dar cuenta de algo. O más bien de nada. En fin, trataré de delinear algún
esbozo en relación al tiempo en el que se está produciendo esta exposición.
Un comienzo posible (1983-1989)
En septiembre de 1983, agrupaciones estudiantiles
universitarias (los centros de estudiantes estaban aún prohibidos) junto a
manifestantes de la marcha convocada por las Madres de Plaza de Mayo, ofrecieron sus cuerpos para contornear cientos
de siluetas que simbolizaban cuerpos ausentes. Esta acción estético-política conocida
como El Siluetazo[1],
tenía la pretensión de articular la producción artística con el reclamo social
de aparición con vida de personas desaparecidas durante la última dictadura[2].
Unos meses después, a dos días de las elecciones que recuperarían la democracia
de manera definitiva, Ítalo Luder transitaba
su discurso de cierre de campaña presidencial cuando Herminio Iglesias prende fuego un ataúd pintado con los colores
representativos del radicalismo y el nombre del candidato opositor, Alfonsín. Se
dice que esta acción llevó al justicialismo a la derrota electoral.
Promesas de campaña (1989-1999)
Tras conocerse el resultado de las elecciones
presidenciales del año 1989, Julio de
Grazia se dispara un tiro en la frente. El actor había manifestado, en más
de una ocasión, que si Carlos Menem llegaba
a la presidencia se quitaría la vida. En ese mismo contexto histórico, durante
su residencia en París, Astor Piazzola
expresó que no volvería a la Argentina de darse ese resultado electoral. En
1997, en apoyo a la candidatura de la segunda reelección menemista, Diego Maradona sentencia: “si gana
Duhalde me voy del país”. Ese mismo año, el artista Francis Alÿs empuja un bloque
de hielo por las calles de la ciudad de México, durante nueve horas, hasta que éste
se derritió. Esta acción indaga sobre la desproporción entre esfuerzo y
resultado: un absurdo gasto de energía que, muchas veces, no alcanza a la clase
trabajadora para mejorar sus condiciones de vida.
Que se vayan todos (1999-2003)
La crisis social y política desencadenada en 2001
convirtió a la Argentina en un vasto territorio de experimentación en torno a distintas
estrategias de supervivencia. Se generaron nuevos lazos sociales y cooperativistas
como, por ejemplo, el espacio en el que se desarrolla esta exposición: la Cooperativa de
Trabajadores en Lucha La Toma,
un establecimiento recuperado por trabajadores que decidieron quedarse en el
espacio y siguen evitando el desalojo.
Nos vamos todos (2015-2019)
En vísperas de la elección presidencial de
año 2015, Wladimir Ojeda anuncia lo
que tantos otros hicieron: “si gana Macri me voy del país”. Tomó un vuelo de Aerolíneas Argentinas con destino a Madrid, con el deseo de escapar de la
precarización laboral que proponía el nuevo modelo económico que había
desplazado al Kirchnerismo. En España
trabajó como guardavidas con un “falso
contrato” que lo comprometía a realizar labores que no se correspondían con
su quehacer socorrista. La promesa europea no fue la que esperaba.
Ese mismo año, Manuel Quaranta comenzaba la confección de un diario personal que
funcionaría como método catártico ante un tiempo por venir: “A través de esta propuesta quiero ir
consignando cuáles son los cambios –CAMBIEMOS– que se van a ir produciendo
durante estos años. Pequeños cambios –económicos, culturales, sociales,
políticos– que si uno no los registra obsesivamente pasan al olvido”. Siguió
escribiendo hasta el final del mandato de Macri y, tras novecientas páginas, concluía:
“Las profecías se cumplieron. El desierto
fue creciendo. La crisis económica es letal”.
¿A dónde vamos? (2019-2022)
Al poco tiempo de haber abandonado el país,
Wladimir emprende su regreso a la Argentina, no sin antes registrar parte de
las tareas de mantenimiento que realizaba en el establecimiento en el que
trabajaba como guardavidas. Quaranta escribe en una de sus tantas páginas diarias:
“La extraño a Cristina: me quedaría
encerrado escuchando sus discursos hasta que vuelva”. Ambos estaban
construyendo un refugio —desde las formas evasivas que proponen la escritura y el
viaje— para poder resistir el paso del
tiempo.
Ambos artistas contaban con el regreso de la expresidenta al poder, pero no contaban con que aquello que intentaron señalar sobre los años del gobierno de Cambiemos tuviese continuidad en el de Alberto Fernández. Había cambiado el presidente, pero la crisis política y económica se prolongaría hasta el día de hoy. Incluso agudizada.
Esta situación no es indiferente para ellos. Esta
realidad opera sobre su pensamiento político, pero, sobre todo, actualiza y
resignifica sus producciones.
El resultado de una elección
Esta muestra es el resultado de dos acciones
que no conducen a nada específico —si las analizamos desde la posibilidad de
transformación social o política—. La propuesta de los artistas es sencilla, nos
invitan a reflexionar críticamente sobre el tiempo que estamos transitando. Esa
es, en definitiva, la única función del arte de nuestro tiempo: [3]
reflexionar para poder fortalecer “ese espacio
social llamado arte, que nos obliga a poner en cuestión sus propios fundamentos”[4]. Un arte que exige libertad respecto de
toda moral y discursividad imperante.
Escrutinio
El tiempo en el que ocurre esta muestra marca la emergencia de una escritura posible. Una escritura caótica y urgente pero comprometida, ya sea que lo logre o no, a dar cuenta de aquello que Manuel Quaranta y Wladimir Ojeda intentan señalar desde sus producciones: la crisis de nuestro tiempo en común y la propia crisis.
Empiezo a montar este texto desde las 21:29 horas de la noche del 9 de agosto hasta a las 9:22 horas de la mañana de hoy. Mientras tanto, accedo a la edición online del diario Clarín y encuentro su nota principal: “Sergio Massa enfrenta sus límites políticos y la crisis económica”. No se me hubiese ocurrido un mejor modo de detener la escritura.
Tengo que mandar este archivo a la imprenta.
No termino el texto, solo dejo de tipear.
Pablo
Silvestri
[2] Este tipo de operaciones corren los bordes
institucionales del arte para transformarse en acciones colectivas que,
incluso, ponen en cuestión la noción de autoría.
[3] No es que el arte tenga que tener una función
específica.
[4] Roberto Jacoby en “Arte rosa light y arte Rosa
Luxemburgo”. Malba, Buenos Aires, 12 de mayo de 2003.